lunes, marzo 08, 2010



Pepe siempre fue un personaje muy cool. Es esta persona, un adulto entrando en sus años maduros, medio cabello blanco, medio cabello negro y voz ronca ronca ronca.
Cuando lo conocí me parecía como esos hombres que aparecen en las novelas latinas, el hombre pasiente, el hombre maduro. Tenía cosas bellas en sus grabados.

Nunca supe distinguir los comentarios nocivos de los comentarios inofensivos. Pepe siempre hablaba de mi estilo, de mi vida, de mis grabados, mis dibujos y mi relación con los otros seres.
Decía cosas como que la vida había sido fácil para mi, que yo siempre pasaba ligera sobre todo, siempre con mi sonrisa ignorante de las amarguras mundanas.

Pablo era el más virtuoso de la clase, todos lo amaban, todos querían ser como él, pero contrario a todo lo que hubiera podido construirse, Pablo era una criatura muy humilde que simplemente hacía las cosas porque amaba hacerlas y lo que no amaba no existía.
Pablo quería que nuestro proyecto de final de semestre lo hiciéramos juntos, nos hacían realizar una serie de 50 estampas que hablaran sobre un tema establecido común en toda la clase.
"¿Porque no hacemos dos placas entre los dos, tú dibujas y yo hago las resinas y lo presentamos como u colectivo?". Sentía raro que Pablo confiara tanto en mi y que estuviera dispuesto a renunciar a su impecable dibujo por que el mío que era aún más roto e infantil predominara en el proyecto de ambos... Me animó incansablemente hasta que accedi y cuando anunciamos nuestra sociedad en aquella clase llegó Pepe muy decepcionado, porque Pablo era su amor y porque la sombra descompuesta y caótica de mi dibujo eclipsaría a su amado astro.

"Yo sé qué haría él, pero realmente no sé lo que harías tú... como que no tienes estilo no?" Y me soltó este comentario amarguísimo que en lugar de hacerme enojar con Pepe me hizo sentirme enojada conmigo misma, porque no era suficientemente buena para ser libre.

Cuando se me olvidó este hecho volví a clase y terminamos las dos placas de cobre que habíamos diseñado entre los dos, al final para sorpresa de todos, eran muy bonitas.
No volvi a ver a Pepe otra vez hasta hace poco, en el tren a mi trabajo.

El otro día lo veía como siempre, con la expresión desencajada e incluso la lengua de fuera subiendo las escaleras a toda prisa para llegar a la entrada. Lo miraba y pensaba en sus filosofías, en todas esas frases célebres y teorías que suele hacer. Pepe estaba fragmentado entre esta persona que corre para llegar a su trabajo sea la hora que sea y esta otra persona que es su autoimagen... ¿cómo puede hablar de filosofía y arte una persona que encaja tan perfectamente en este monstruoso sistema?, este hombre que compite con Pablo y con todas las personas que suben las escaleras, compite con todo ser humano que entre en su vida.

Hace poco leí un artículo muy pequeñito, el cual se preguntaba si ahora vivimos peor que hace cincuenta años. Decía que el estado deseaba surtir a todos para que nadie tuviera hambre, deseaba equidad y colectividad, pero la gente deseaba progresar, deseaban competir entre ellos, consumir y escalar... Ahora la competencia ya no es tan fácil decían.

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