martes, marzo 02, 2010


Iba a una clase a la que solo asistían viejitos. Se quedaban pasmados ante la superficie blanca del lienzo el cuál podía quedarse blanco blanco y vacío hasta las siguientes 3 horas, a veces varias clases. Los viejitos se salían a desayunar y luego se iban a sus casas con sus blancos cuadros.
Mi amigo mas cercano se llamaba Manuel, era de los jovencitos de la clase pues tenía a penas 63 años y dos nietas. Un día le pregunté por el fenómeno de los cuadros blancos. A lo que me contestó, que la razón era que les daba mucho temor romper este espacio, que desde que miraban el lienzo vacío, al mismo tiempo lo miraban acabado y se preguntaban cómo era que iban a llegar a eso.
Me pareció una razón inusual que incluso me hizo reir, han pasado ya 6 años desde entonces y el otro día que estabamos en aquella clase de la cual siempre salgo llorando o bien escupiendo palabrotas y la profesora hace un enunciado pesado pesado cual Titanic diciendo que hagamos lo que hagamos tenemos que hacer algo mejor que los artistas que hemos escogido como inspiración. Yo he elegido a Jenny Saville, a David Carson y a Marlene Dumas y ante estos pesados nombres solo pude horrorizarme y preguntarle si no le parecía que como método pedagógico eso de empezar un proyecto por el final era una táctica de motivación errada. No no, dice ella. Entonces me acuerdo de mi amigo Manuel y la orda de viejitos que comenzaban los cuadros por el final que cuyo peso de los años y de la serie de cosas que deben recopilar en sus octagenarias cabezas había terminado en una corriente colectiva del más puro y pálido minimalismo. Estoy aqui. Con el horror y el peso de la historia impregnados en las manos y tantos cientos de expectativas, nombres, calificaciones y una carrera casi a punto de finalizar. Ese casi es la cuestión.

1 comentario:

gabilalara dijo...

Yo quiero viejitos amigos.