martes, octubre 13, 2009



"Ten cuidado con las incidencias", dicen.

Me doy cuenta de que cada día me convierto en esa sociópata cada vez más animalezca y hermitaña.
Misántropa quejumbrosa, que detesta que la dejen plantada. Me observo mis repentinos absesos de decepción y me pregunto a mi misma "¿porqué sigues jugando a estas cosas?", sobre todo porque sé que no tengo la capacidad de reirme de todo. Es un fenómeno que se translada a todos los ámbitos de mi personalidad, y lo sorprendente es que todavía escandalizada me horrorizo cada vez que con todo el empeño del mundo cuento un chiste y obtengo de vuelta la cara seria generalizada no de indiferencia o de desaprovación sino de expectativa, como si no se tratase de la conclusión de un chiste sino de una oratoria respecto al cambio climático que todavía no finaliza.

En la escuela siempre me tocaba ser maestra de ceremonia, porque siempre ante extraños llevo conmigo ese halo de solemnidad serio y sereno, la voz que cabe en el coro de los hombres, aún en el contexto de un himno bélico, la parte de Mas si osare me sale re bien, muy dramático todo.

Así, llega el Keanu y el hombre de los kilómetros de diámetro y me dice que tenga cuidado con las incidencias, yo le regreso las cejas negras y la mirada fija sin sonrisa. No sé si me esta regañando, me esta aconsejando o simplemente quiere venir a cotorrear. Mejor tratemos el asunto con mucha formalidad es mi sugerencia mental. Firmes, seguimos asonrientes y hablando de esa página web que no desplega imágenes y las profesoras de los jueves que se quejan de todo pero que no se sitúan en todo esto, "señora, soy una simple mortal ardiendo en deseos por poder ayudarla pero que cuyo bagage de conocimientos no le permite mas que esta simple sonrisa o la cara de ceremonia que usted elija", la nueva mujer de un jueves al mes me otorga su indignación y solicita una incidencia por esto que podría ser cualquier cosa.
A Keanu no le gustan las incidencias mal redactadas.
Que miedo las incidencias, siempre tienen cosas que preguntar, cosas que no sé responder, cosas que no deberían preguntarme a mi, porque siempre necesitan a alguien a quien responsabilizar. Y si mi trabajo es responsabilizarme de todo, entonces me responsabilizo, pero por favor, que el señor del diámetro no me entregue su cara de ceremonia porque me lo tomo muy en serio, me lo tomo tan en serio que le canto un himno bélico en ese preciso momento, con mi voz de tenor, con mis cejas negras pegadísimas a los ojos, con el ceño fruncido y la mano en el pecho saludando a la bandera, como usted quiera.

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