domingo, septiembre 10, 2006

una noche


Piernas y manos delatoras, porque en la cara no se asomaba un solo vestigio de emoción, esa era su defensa, pero era su defensa a tantas cosas que había perdido su cualidad indicadora.
Pero las manos y las piernas nunca habían podido quedarse calladas.
Nerviosas las manos jugueteaban con el anillo de la mano derecha, el de la piedrita granate que casi nunca se quita, lo giraba y luego intentaba sacarlo y meterlo en aquel dedo que hasta tenía un color blancusco en la zona. Cuando no había anillos, aunque era rara la ocasión, las manos corrían al collar, cualquier cosa que hubiera en el collar, a manosearlo y darle vueltas y aventarlo y jalarlo y hacerle cosas.
Las piernas eran diferentes… La breve estatura la había acostumbrado a no tener la necesidad de agacharse para nada, entonces las rodillas eran firmes pero estaban como oxidadas y casi nunca se doblaban, aún así, guardaba el recuerdo de haberlas sentido temblar cuando hablaba frente a muchas personas y aquellas veces que por razones conocidas había demasiada tensión sobre las piernas, había sentido su dolor después de meses corriendo, las rodillas eran bien sensibles, como ella.
En la noche las rodillas no se mueven, ni las piernas ni las manos, es incomprensible la razón de esto, incomprensible… Y mientras todos bailan entusiasmados ese extrañar sigue presente agarrándola por las rodillas con una firmeza que da miedo. Regresa caminando a casa, porque no es divertido estar con alguien que no baila, pero no le gusta que la muevan como títere intentando hacerla bailar, aún cuando sería con la más noble de las intenciones, simplemente no le gustaba.
Lento caminar, siguen rígidas en su tristeza, pero es una tristeza confusa y ambigua, cochina tristeza indefinida.
Conocimiento en la oscuridad, se acurruca en el rincón de siempre, con todos aquellos libros en las piernas, la computadora sobre la panza y un litro y medio de agua que han de despertarla durante toda la noche, a veces ella no lo registra tan conscientemente, pero sus rodillas, ellas siempre saben, ellas siempre lloran.

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