martes, septiembre 12, 2006


Cuando se sentaban en el sillón, nunca tenían nada que decir, ella hablaba y hablaba interminablemente y él sumido en sus propios pensamientos pasaba todas aquellas palabras como el agua que no se impregna.
Ella siempre se sintió bien sola porque nunca tenían de que hablar, así que se compró un perro.
Cuando el perro se murió calló en cuenta que lo que pasaba era que no se sentía amada por él.
Era extremadamente inteligente pero él era orgulloso y siempre quería tener la razón, re competitivos aunque ella supiera más.
Siempre quiso tener a alguien que la quisiera como ella quería... en un principio así era
Un tercer observador siempre se cuestionaba cómo es que las mujeres más inteligentes de este planeta siempre terminan con patanes de alto calibre.

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