jueves, julio 30, 2009



No se cansaba de repetirme que no me clavara, odié esa frase desde entonces. Me recordaba a ti, fingías que no le pertenecías a nadie, que tu corazón estaba tan roto que pasabas ligera por todas las cosas, que no amabas a nadie solo a tu libertad. Te envidiaba por eso, porque yo tenía tanta sed, insaciable sed, llevaba el desierto en mis labios pero tenía el corazón inundado de lluvia. Tú parecías tan fértil y desbordada, todo tu cuerpo era una fuente desbordada de feromonas, todos querían tenerte, tú le pertenecías al viento y a la risa.


Soñé que tenías un hijo de ojos bonitos y me acordé de aquella vez que tenía la certeza de que él te amaba y tú ambigua, no decías que si, pero tampoco decías que no, eras de las pocas mujeres que me hacía sentir infinitamente frágil.

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