domingo, septiembre 30, 2007


Los sueños huelen como los dulces. Pero a diferencia de estos, es un olor que sacia y no solamente seduce.

Soñé que caía por una habitación amplia y blanca, flotando. Incendiaba un terreno valdío con mi cuerpo en llamas, en un atardecer tan rojo como esos que te dejan un sabor a melancolía que roza estrictamente un sentido de tristeza. TRISTEZA NO TE POSES EN MIS MANOS porque estas fría y he descubierto que odio el invierno, las despedidas y el sabor de la cebolla cruda.
Mejor quedate tú como se queda en el paladar el aroma de la canela con un té caliente, quédate quédate quédate, no como la alegría de esos sueños tan breves, aún asi con su huella taciturna que todavía me deja extrañándolos. ¿en que momento cambia la manera de soñar de un niño a lo demás que sueñas durante el resto de tu vida?.

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