Alessandro era un italiano con el que solíamos vivir cuando estábamos en la casa de Valencia. Eramos 13. Yo compartía cuarto con mi mejor amiga y el italiano tenía una novia catalana que se llamaba Rosser. A pesar de todo yo sentía que coqueteaba conmigo y yo coqueteaba con él, no era especialmente escandaloso o especialmente italiano como uno a veces se imagina que es la gente. A veces participaba en mis iniciativas artísticas y se dejaba retratar en mis composiciones fotográficas. A veces solo tomaba la foto.
F a veces venía a la casa, imagino porque se aburría. Yo estaba en ese momento en el que visto a posteriori era probablemente el momento de salir corriendo. Pero no corrí, ni le dije que me agobiaba cuando iba todos los días a mi casa o que sentía raro que a veces me fajaba y luego hablaba como si fuéramos solo amigos.
Alessandro le llamaba Ricardo porque no podia recorder su nombre real. Los dos sospechábamos que era un mal hombre o sino un mal hombre un hombre pasajero, de esos que te aman feamente pero que una es suficientemente jóven y suficientemente inconsciente del propio poder para dejar pisotearse, fajarse o maltratarse a cambio de una sonrisita, nunca pude prosesar del todo que jamás se aprendió mi cumpleaños.
Y ahi estaba Alessandro, en su ultimo día en el piso sin ventanas, brindando por los futuros Ricardos que si que nos van a tartar como una merece.
Salud.
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