Criaturas

Era como vivir con una bestia salvaje, de las mordelonas. Mientras caminaba hacia el autobús de las siete se preguntaba en que momento había pasado o sí era simplemente una cuestión de personalidad. 

No entendía porque las conversaciones del entorno laboral le afectaban tanto. Chocaba pero al mismo tiempo apreciaba mucho a V, era tan rematadamente directa que sus preguntas, gritonas y dolorosas como una lija rozando sobre una herida le dolían tanto porque la confrontaban consigo misma. Porque me afectan tanto las conversaciones del entorno labora? Se preguntaba continuamente.

Le daba miedo que la gente se diera cuenta que estaba loca, que era una criatura socialmente torpe. Y le revivían momentos del bachillerato como cuando le llamaban nopal por los pelos oscuros, rebeldes e indepilables de sus piernas. Había incluso llegado a arrancar pedazos de su propia piel por aquel desafortunado rasgo genético. O cuando tenía que vender entradas para las fiestas de la generación, había optado por renunciar y mandarlo todo a la goma y era feliz así, hasta que el psicólogo le había dejado como ejercicio personal regresar a vender las estúpidas entradas, recuerda la cara de todos, después del meltdown, cualquier discusión bien argumentada podía terminar rematada con un, bueno da igual, yo tengo razón no soy yo la loca que va al psicólogo.

Había terminado por aceptar sus condiciones genéticas desfavorables como su grueso cabello negro o sus brazos gorditos pero nunca había llegado a superar del todo el incidente del roce social, era de esas cosas en las que no lograba entenderse a sí misma. Había contradicciones curiosisimas como tener una mejor amiga de toda la vida y disfrutar de intimidad amistosa con algunas personas pero al mismo tiempo detestar reuniones en grupo o tener una sensación de tensión interior al estar en compañía de nuevos o no tan nuevos amigos. Huir de todo ser humano con intenciones amorosas "lo siento, tu cercanía y constante atención me hace sentir náuseas, no se cómo manejarlo".

Había superado algunos obstáculos. A pesar de quejarse constantemente de aquel hombre que la había roto toda, había sido el primero que había entrado en ese espacio psicológico tan frágil. Se había abierto paso a codazos y a pesar de la resistencia, de repente ya estaba ahí. Era un lugar inhabitable por humanos, cuyo interior era carente de reglas de comportamiento. El hombre lo rompió todo, cada pequeño y gran objeto, como un niño que entra en una tienda de cristalería con forma de juguetes. Pero a pesar que había hecho mucho daño le profesaba también cierto agradecimiento, porque había sido el primero que había derribado una puerta cerrada y porque sus juegos y su caos habían sido la base para posteriores reglas de convivencia, para dejar entrar a alguien que de verdad la amase sin destruirlo todo. Era como deforestar una pequeña parte del bosque para construir una pequeña casa, aún cuando se hubieran erradicado criaturas que jamás volverán a existir.

Y en el bosque solo habitaban animales salvajes. A veces tenía la sensación de poder salir a caminar con el perro rabioso pero sentía kilómetros de distancia del día en que pudiera cabalgar sobre el lobo de ojos amarillos. Es como cuando uno intenta domesticar el equilibrio en uno mismo, como aprender a caminar sin caer, andar en bicicleta o dominar los estúpidos patines, le piden a uno que eche todo su peso y toda su fe sobre ese lado torpe y simplemente se queda temblando cagado de miedo, porque como va a tener uno fe en una pierna carente de equilibrio?Hay que darse en el hocico muchas veces dicen pero a ella los golpes le duelen y le dejan marcas en el cuerpo, no siente que el equilibrio mejore, así que, se pregunta sí tendría que dejarse morder por el lobo porque ante ello el paseo con el perro rabioso parece una victoria insignificante. Se pregunta sí existe en su cuerpo la capacidad de dominar al lobo, si existe en cualquiera de sus piernas un potencial equilibrio, latiendo en silencio en espera de ser descubierto.