domingo, abril 26, 2015

Cuando un niño pequeño pronuncia mi nombre, suena como el nombre de una criatura mística. G decía que le gustaba el sonido porque sonaba como "princesa" en japonés, así que cuando lo pronunciaba podía mandar mensajes secretos. En el bachillerato les parecía similar a un verbo que evoca un sonido obseno. Aprendí a odiar y amar mi nombre según quien lo pronunciara.

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