martes, agosto 02, 2011

cuento número sesenta


Siempre pensé que algo de él era parecido a un lobo, los lobos siempre fueron mi animal favorito, porque siempre estan juntos y tienen un trabajo en equipo tan perfecto, son como una familia en la que cada quién acepta su jerarquía y la ejecuta como tiene que hacerlo. El día que encontré el dibujito de un lobo en uno de sus cuadernos me pareció como una señal mágica, ¿porqué el lobo y no cualquier otro animal? quería arrancarlo, enmarcarlo y colgarlo en algún lugar estelar de mi cuarto pero no lo hice.
El había llegado en un momento en el que ya no quería seducir a nadie y casi había aceptado mi destino de vivir sola, morir sola. Así que me conformaba con solo mirarlo como se mira cualquier ornamento. Su humor era bueno, se trataba de un hombre astuto y ligero, a pesar de que aparentemente había tenido sus romances con todo el mundo, nunca me pareció un hombre coqueto.
Hubo un día que cometí el terrible error de comentarle a la más cotizada y depredadora de mis amigas que me gustaba y el porqué me gustaba y como si fuera un premio de feria aquella noche en la fiesta de nuestro amigo se lanzó por él. Me mataba la rabia ver cómo le sonreía y se movía de esa forma rápida pero delicada, era un arte que yo nunca había dominado. El le respondía como era de esperarse, con bromas y risitas. Lloré mucho esa noche mientras los miraba en su oscura esquinita y me preguntaba cómo era que ella disfrutaba tanto teniendo a los hombres que yo quería y porqué eran solo ellos y nada más que ellos los que deseaba cuando podía tener a cualquier otro.
Dejé de mirar al lobo y dejé de quererla a ella. Fue la tercera vez que me lo hizo y la última que decidí tolerárselo. Me persiguió por una semana entera y dentro de mi furia me llenaba aún más de rabia el que fuese detrás mío explicándome cosas que ambas sabíamos que eran mentira.
Un día me confesó, que su obsesión era simple fruto de su ego y punto, el que a mi me gustaran simplemente incrementaba el valor de la presa.
Un océano de distancia se abrió entre mi corazón y ella, pero extrañamente ha sido la única vez que la he sentido sincera.

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