lunes, marzo 15, 2010

mis retículas y yo



Debe de ser difícil ser mamá siendo una persona perfeccionista.
Mi mamá no nos dejaba hacer muñequitos feos con su masa de repostería, nos decía que si deseábamos participar, nos lo tomáramos en serio e hicieramos las figuras como lo hace un repostero profesional. Hacer cuernitos o galletas de bolita era menos divertido que hacer muñecas, corazones y caballos.
Diego alguna vez intervino un óleo suyo y aquel acto de terrorismo gráfico le pareció tan indignante que le costó algunos días reponerse. A ella le gustan las cosas limpias, precisas y disfruta tanto del interminable tiempo que invierte en lograrlo.

Alguna vez me habían dejado una tarea de matemáticas para entender lo de los enteros y las fracciones donde podían intervenir las mamás, querían que lo representáramos en el típico pastel al que se le quitaban rebanadas.
A mi mamá le emocionó el proyecto y decidió hacer una pieza tridimensional a partir de cartulina ilustración.
Para conseguir la redondez de un material tan duro, cortó con su siempre-a-la-mano cutter cientos de rectangulitos del mismo y exacto tamaño para simular los 360º de la redonda. En ese perfecto recipiente a su vez colocó los décimos, los novenos, los octavos, los séptimos, los sextos, los quintos, los terceros y los medios perfectamente encajados, no existía un solo milímetro de la pieza en la que se notaran los cortes o el pegamento, ni una sola huella digital.

Al día siguiente llegué con mi escultura conceptual al tercer grado de primaria mientras que todos mis compañeros llevaban la típica hoja coloreada y realizada con compás; bidimensional.

La gente me miraba como si fuera de otro planeta.

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