lunes, julio 28, 2008

vino, con el vestido amarillo pastel, como todos los días que me sentía sola. se sentó conmigo, bebimos tés afrutados de esos que no gustan pero que siempre terminas tomando por el colorido de su empaquetado, trajo galletitas invisibles, yo dije no.
Nos sentamos como yo me sentaba cada viernes en la cajuela del jetta rojo, todo estaba desierto, pero habían cuidadosamente colocados los diferentes pastelitos de colores con platito de encaje de papel. Los queríamos todos, pero solo nos comimos los verdes.
Ella dijo que mi fleco se veía gracioso, yo le comenté que ninguna niña vestida de principios de siglo pasado podía burlarse de mi peinado, nadie puede, porque yo me lo corto y eso es muy digno le dije. Ella sonreía con las encías llenas del pan verde.
Me preguntó que porqué la había llamado, le contesté que ella sabe, pero ella sigue siendo una niña y aunque no me gustan los tacones ni el maquillaje de señora, yo ya no.
Esque no tienes amigos? me preguntaba con los ojos abiertos como dos platos blancos y grandes. mmm... no se, le contesté, ya sabes como soy yo, niña de espacios cerrados, de espacios vacíos, a veces prefiero estar sola, pero a veces no se como salirme. ay, no has cambiado!

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