Llegamos a un bar de mala muerte en Morelos. A veces se me olvida la cualidad de mala muerte y el sincero aroma a olvido que exhala. Un frasco transparente desbordante con sotol y una serpiente en el fondo. Sotol veneno, pero el veneno es un esfuerzo metabólico tan grande que dudo que de este triste animal pueda surgir este tipo de emulsión postmortem. Nos pedimos cosas que desde la carta suenan bien pero incluso los chapulines saben malos, casi como se siente el cuerpo, como aquella serpiente; inundados de tristeza. Didi no se acaba el brebaje y vamos por la camioneta porque en este pueblo hay cementerios genuinos pero también hay narco y mucha pobreza que te hace replantearte cada acción que tomas con el fin de proteger tus bienes. En la camioneta lloro. Siento una especie de deuda con Malala, una especie de agujero, una especie de enojo con el mundo, conmigo misma, pero de todas las personas y todas las cosas, crecer con una especie de deficit porque así te educaron.
Cuando tenía 35 tuve una depresión muy fuerte y mi mamá en su instinto maternal protector y absurdo me mandó con una doctora de medicina ayurvedica la cual me dijo “-tus rodillas están muy mal, tienes algún problema con tu papá?.
-si, no nos llevamos bien.
-le debes la vida sabes? Sin el no estarías en este mundo.” Y parece ser un argumento irrebatible en algunas culturas incluida la mía. Pero así como yo llegue al mundo sin el amor garantizado, no he podido entregarle mi amor a mi papá también sin desinterés y nos gritamos y reclamamos cosas en las últimas llamadas desde hace como 4 años hasta finalmente rendirme en el intento de generar una conexión genuina con el. El intenta manipularme, yo intento protegerme, ademas me siento enojada con el universo y con él, porque claro, uno piensa que la mocosa de 21 años que te grita que nunca va a volver para verte y tú le gritas que no la soportas, pues no te planteas que todas aquellas amenazas serán reales. Ya lo solucionará el “yo” del futuro, siento que piensas con cada acción estupida con la que reaccionas.
Me saco a pasear este sábado sin audífonos al bareto masculino del centro de Eindhoven. Por alguna razón desconocida me recuerda a tlayacapan. Pienso en Malala, pienso en cato, pienso en mi mamá y todas las cosas que me dan miedo de este mundo, que son muchas. Ya lo solucionará mi “yo” del futuro, decido pensar pero se me queda la muerte, la serpiente en sotol y los anillos viejos sin dueña en una imagen color ambar, imborrable en mi mente.
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