viernes, julio 16, 2021

Levantarse

 Levantarse


Aprender a patinar a los 27 no es fácil. La personalidad se refleja en la forma de hacer, se infunden los miedos y las inseguridades, pero también se refleja la espontaneidad, el tesón y la diligencia, es en realidad un acto de fé y valentía. Valentía en arrojar el cuerpo y las piernas al vacío, montando en dos inestables aparatos y fé en que algo dentro de ti mismo, alguna habilidad desconocida impida que caigas y te rompas la madre. Es aprender a caminar otra vez, vulnerabilidad y ridiculo son dos cosas que la mente adulta no lleva muy bien.
Tú vienes de visita tras la repentina fuga de tu marido con una mujer china que quien sabe de dónde sacó. En tu tristeza nos entregamos a los placeres y bebemos gin tonics desde las 10 de la mañana y alquilamos patines para hacer rayitas sobre el mapa de barcelona. Las ligeras rampas es lo que me da más miedo, pero tomas mi mano y me dices que me deje ir, que arroje mi cuerpo. Dejar ir es lo más difícil, como me imagino tuviste que dejar ir al insensato aquel.

Levantarse de la cama antes de las 9 cuando estas en antidepresivos no es fácil. El cuerpo pesa como si fuera mariposa enganchada por mil alfileres. Hay que funcionar, hay que tener un trabajo y hay que sonreír de vez en cuando para no asustar a los padres y a los que más te quieren. Deje el patinaje, deje la cerámica y la pintura me produce cierto dolor. Intento encontrar refugio en pequeñas alegrias como el yoga y los paseos. Cuido de mi misma como si fuera una viejecilla.
Una noche tengo el sueño de que puedo patinar maravillosamente, pero me despierto súper triste al recordar que han pasado más de dos años desde la última vez que patiné, esta versión de mi misma no me gusta, me resulta tan extraña, pero es quizá una temporada en la que no me identifico con quién era tampoco, me siento como un animal rabioso demasiado salvaje para salir de su jaula. Siento que muerdo, siento que algo dentro de mi cerebro está roto y necesito estar en cuarentena.

Levantarse de una caída no es fácil. Establece un nuevo antecedente de dolor y fallo. Levantarse significa estar dispuesto a caer otra vez y aceptar el error y el dolor mismo como parte del placer de la vida. 
Lo más difícil, pelear con mi perfeccionismo tóxico, espectativas autoimpuestas sobre en cuánto tiempo y como debe hacer uno las cosas, lograrlo pronto para validarse. Y pensar que nada nunca es suficientemente bueno, que no soy suficientemente buena, sin embargo el patinaje me ha enseñado a estar agradecida por los pequeños logros, victorias chiquitas como el simple hecho de calzarse los patines y seguir intentando. Amar el camino recorrido que finalmente se compone de pequeños pasos, estar agradecida por todas esas rampas que he podido pasar sin caer y por todas las veces que he caído, he aprendido algo y me he podido levantar.



No hay comentarios.: