Y toda la vida he estado sujeta a todo tipo de experimentos para menguar mi timidez, para hacerme más extrovertida y agresiva. He sido resistente porque a pesar de los ataques, el aislamiento y las injusticias me he permitido permanecer compasiva, empática, excéntrica y atesorando mi silencio.
Estoy cansada. Estoy cansada de siempre estar remando contra corriente, de siempre aguantar, de entender, de sentir compasión. Y como siempre, surge este experimento de simetría del cual no quiero formar parte. Soy un humano no un elemento ornamental. Estoy cansada de formar parte de equipos que duran dos minutos, de cubrir bajas maternas, de poner los intereses de todo el mundo por delante de los míos, de ofrecerme cada vez que se requiere algún sacrificio. De que a pesar de que llevo 5 años es como si tuviera que probar mi valía, cada vez. Estoy cansada de intentar. Y de repente estoy de vuelta al cero, aislada como en el principio, como en todos los principios y tengo una regresión absurda a ese momento oscuro de mi infancia de aislamiento y soledad y me siento como la niña pequeña a la que los niños del salón intentaban echar de clase. Estoy cansada de intentar.
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