Que lejanos los días en que las falditas de tenis parecían adorables, que los tacones lucían delicados en lugar de vulgares y cuando me mirabas con ojos de niño maravillado en el traje de baño de florecitas lilas.
El otro día cubrí las canas que me crecen en el fleco y me preguntaba cómo se visten las señoras que no quieren ser señoras pero tampoco quieren ser esas personas que son intervenidas por transcurrir bulliciosamente la crisis de los cuarentas.
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