Un día que sales de tu casa con el vestido rosa palo que marca todas las curvas incómodas, todas. Saliendo del cuartito blanco te encuentras con el recuerdo de aquella mujer "hoy he pasado de ti" dijo el primer día. Y miras su maquillaje verde agua preguntándote si habrá huellas de lágrimas, hasta que simplemente te conviertes en una desertora de todas aquellas pistas, crees que no importa porque ella te abraza con frialdad y puedes sentir la resequedad del rubio ficticio de su cabello... Ni modo decía tu mamá, uno no puede ser arcoiris y caerle bien a todo el mundo y simplemente eso, mientras el agobio y todas las historias del pasado se ciernen encima, sientes que no puede ser otra cosa más allá de lo que eres. Regresas a casa con la filita de urticaria, tres granitos, uno se llama Susana, otro Elizabete y el otro el nombre aquel que ha determinado tantas cosas en tan poco tiempo.
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