domingo, junio 11, 2006

El autobus parece vacío y me sumo en el rincón de siempre, no importa esta gripe que me deforma la cara, ni el calor agobiante del día o que me duelan las piernas palpitantes.
Llega ella, y su viejo y naturalmente flácido trasero se restriega accidental pero intermitentemente sobre mi pequeña mano izquierda.
Pobre de mi mano izquierda, que ni dibuja ni firma ni escribe ni crea, pero si protege y tienta lugares inesperados... Pobre mano izquierda.

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